Llevamos 120 días del año 2021, y la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres ya contabiliza una cifra de 22 femicidios, lo cual deja en claro la violencia patriarcal existente en un país carente de justicia, sobretodo de justicia de género.
Recordemos el caso de Antonia Barra que nos estremeció e indignó a todas (y quizás también a muchos hombres) en julio del año pasado. Aquí quedó demostrado que el dinero es capaz de salvar al abusador y de pasada, dejar a la víctima como culpable. Eso es violencia y misoginia.
Por otro lado, ha quedado en evidencia que, la violencia machista no solo es ejercida desde lo físico, la exclusión de la mujer del espacio público también es violenta. Pensemos, por ejemplo, que el sufragio en Chile existe hace más de 200 años, sin embargo, las mujeres poseemos este derecho hace tan solo 70 años. Quizás hoy en día la segregación no es tan extrema, pero es cosa de pensar que, la representación femenina en el parlamento corresponde a menos de un 25%, cifra ridícula teniendo en cuenta que más de la mitad de la población chilena corresponde a mujeres.
¿Estamos siendo histéricas al inquietarnos frente a estas situaciones? La verdad es que no, estamos sacando la voz después de tantos años en silencio, estamos sacando a la luz un grito por nuestras abuelas, nuestras madres y hermanas, por aquellas que murieron a causa de la violencia machista y no tuvieron la oportunidad de sacar la voz, gritamos por aquellas que sintieron tanto miedo que prefirieron quitarse la vida, gritamos por las que ya no están, por las que estamos y por las que vendrán.
En una sociedad como la actual chilena, donde la violencia de género y el machismo siguen presentes en todas y cada una de las instancias, tanto públicas como privadas, el feminismo es nuestra única salvación como mujeres, es el único espacio en el cual podemos refugiarnos y enfrentar estas situaciones acompañadas. El feminismo es la única oportunidad que se nos ha dado para exigir lo que nos corresponde.